lunes, 11 de marzo de 2013

zapatos gastados 2

2 Desperté al lado de esta mujer tan desesperadamente bella. Los rayos de luz natural me guiñaron un ojo, cómplices de lo que había pasado. Ni supe su nombre, pero moría por saberlo, los suspiró entre líneas y fué como un salto a un hueco lleno de vidrios, lastimado por su hermoso nombre, me di a la fuga, por qué no lo sé. Afuera mi motocicleta mal estacionada me esperó con recelo, creo que todo el mundo supo con quién dormí, pues nadie se llevó mi vehículo, ni la misma policía de tránsito por estar mal estacionada. Me gritan, miro hacia arriba, ella suelta un papel con sus dígitos. Cómo diablos iba a vivir en paz ahora, con tanta información de ella, ése no era el trato, debía desaparecer y no saber más nada, pero no, todo lo contrario. Que enfermizo que es el cariño cuándo le ponemos nombre a los sucesos.

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